El actor y director de teatro Pepe Cibrián es un conocedor de la obra del poeta y dramaturgo irlandés Oscar Wilde. Hasta hace pocas semanas tuvo en cartel el musical “El retrato de Dorian Gray”.
“Oscar Wilde tuvo que maquillar como amistad su amor por un hombre”, dice, y se refiere al lord Alfred Douglas. Como su padre, el Marqués de Queensberry, sospechaba que ambos mantenían un romance los denunció y fueron juzgados. Esto escandalizó a la aristocracia británica a fines del 1800.
Entonces, cuando se encontraba en la cima de su carrera, Wilde fue condenado a dos años de cárcel por sus relaciones homosexuales. Cuando recobró su libertad se instaló en París bajo el nombre de Sebastian Melmoth, y falleció en noviembre de 1900. “Su única amiga fue la escritora británica Ada Leverson.
Dice Cibrián: “Wilde fue un ser reprimido con muchos conflictos por su sexualidad. Fue un hombre que sufrió porque no pudo vivir en libertad, tuvo que enfrentarse a todos y esconder sus sentimientos”. El se casó con una mujer –Constance Lloyd, hija de Horace Lloyd, consejero de la reina- a quien conoció en Londres. Durante una visita de Constance a Dublín, Wilde le pidió matrimonio. Se casaron en mayo de 1884 y tuvieron dos hijos: Cyril y Vyvyan. Cuando se desató el escándalo por el enjuiciamiento de Wilde y después del encarcelamiento de Wilde, Constance cambió su apellido y el de sus hijos a Holland para desvincularse de su ex marido.
“Su esposa, alguien que uno espera sea compañera y amiga, no lo apoyó en el momento más difícil de su vida. Al contrario, lo obligó a renunciar a la patria potestad de sus hijos”, cuenta Cibrián. Continúa sus reflexiones sobre Wilde, a quien admira, y de quien siente una cercanía como -intuye- no tuvieron muchos con él en su tiempo. “Él no tuvo más amigos que a Ada. La amistad exige aceptar, acompañar. Es una relación de amor fraterno que exige permanencia, incondicionalidad”, considera Pepe Cibrián, un estudioso de su obra y de su vida.
A los 24 años obtuvo el título de Bachelor of Arts con máximos honores. De allí en adelante, ya instalado en Londres, publicó obras de gran fama, en poesía, novela, ensayo y teatro, tales como, Poemas 1881, El fantasma de Canterville 1887, El retrato de Dorian Gray 1891, El abanico de Lady Windermere, 1892, Una mujer sin importancia 1893, La importancia de llamarse Ernesto (PDF) 1895 y La balada de la cárcel de Reading 1898.
Para Cibrián la sociedad “hipócrita” y “llena de puritanismo” en la que le tocó desarrollarse no le permitió vivir con la libertad que él hubiese necesitado. Su obra y, sobre todo, sus relaciones hubieran sido otras si en lugar de condena lo hubiera rodeado la amistad.
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